Cecilia Flaten (Pintora)

Nace en La Reina (Santiago, Chile) en el año 1950, en un día clave por marcar el inicio de cambios trascendentales en nuestro país...el 4 de Septiembre. Del mismo modo su paso por el mundo ha estado sujeto a cambios y a diversas variantes de carácter cíclico, todas relacionadas con la manifestación más sublime del alma: El Arte. 

A los dos años comienza a recrear en carne propia la historia de su madre, quien fuese primera figura en el Ballet Nacional. Desde los cuatro hasta los veintisiete años la danza se transforma en el eje central de su vida y en forma paralela sostiene romances esporádicos con la pintura, el teatro y la literatura. 

Enamorada de los escenarios, explora todas sus dimensiones, desde las bambalinas, hasta la corbata, llegando a dirigir obras teatrales en su colegio y siendo un móvil de expresión dentro de la compañía ICTUS. 

Su veta artística y humanista va creciendo día a día, en contraposición a las matemáticas, clase que aprovechaba al máximo para explorar el mundo de la pintura. En esos tiempos ya se distinguía por ser profesora de sus condiscípulas, condición que se ha mantenido en el tiempo, llegando a ser la pedagoga de muchos niños y adolescentes. Cecilia los insta a luchar por la autonomía de criterio y expresión, utilizando como arma principal la creatividad. 

Dentro de su evolución en la danza, comienza a percatarse de su carácter efímero y profundamente conmovida con la muerte de su paradigma y maestro de culto Nureyev, decide que ha llegado la hora de desligarse del mundo del baile, al menos de un modo parcial. Al cerrarse este ciclo, su espíritu persiste en la búsqueda de un arte más tangible y retoma su flirteo con la pintura, llegando a convertirse en su gran amor actual. Al principio del noviazgo las cosas se van dando de un modo más bien lúdico e inocente, lo cual queda plenamente demostrado en sus trabajos Naïf, en los cuales experimenta con técnicas y colores que aluden en forma directa a sus ancestros escandinavos. 

Entrando a una etapa más madura, descubre el óleo, instancia que le proporciona la estabilidad y el modo de expresión tan anhelado, que le permite poder plasmar de un modo cabal las leyendas, los mitos y los sueños que anidan en su mente y en su sangre.